Tres, plumas
simbólicas, amasadas en el linaje profundo del espíritu humano, alimentan el
vuelo de Miguel Ángel Rengifo que en Pánfilo
no solamente sorprende por la limpieza y arquitectura poética, sino por el
sacramento de la palabra como hallazgo, fragua y cadena iconográfica que se va
renovando permanentemente. Cada una como don: la primera desde sus padres que
al acuñar un nombre, tejieron el laberinto donde nuestro autor se encuentra en
formas que racionalmente son imposibles; la segunda desde Latacunga, ciudad que
en su fiesta patrimonial le ungió como Ángel de la Estrella, voluntad que
camina entre lo etéreo y lo terrestre; y, la tercera, él se la arrebató al
vacío, a la necedad de no aceptar ese sinsentido que aparece en las borrascas
de la existencia, a la pregunta que duele, frente a todas aquellas levedades
donde enfrentamos nuestro tiempo en la tierra a través del premio que otorga Editorial el Ángel, dentro del Encuentro
Internacional, Poesía en Paralelo Cero, 2016.
Rengifo, nos deja saber
que la poesía, la buena poesía, nos alcanza cuando estamos dispuestos a ella,
no es una casualidad, ni una maldición, el texto es un acto de libertad que en
el clímax, no solamente duele al autor, sino que se convierte en las huellas
profundas de una época, de un territorio, de una generación. Sin lugar a dudas
Pánfilo es una nueva inyección vital, donde los ancestros del grupo Galaxia
quiebran el silencio, los lugares comunes y la copa de vino en ese volver a los
temas inagotables del amor, la muerte, la soledad, el profundo dolor de la
incomprensión que en esta obra reclama un lecho donde seducir a la maga, esa
maga olorosa que se confunde entre las generaciones y que está ahí cuestionando
el ayer y también el mañana, en ese juego atemporal hay esa mujer que camina
sin perder su aire, sin que entendamos que es la misma que llevó al delirio a
generaciones que por ella jamás se han resignado a escribir las estrellas de la
misma manera.
Pánfilo mantiene en el
ritual del lenguaje ese camino por el que me muevo de forma apresurada, voy,
vengo, releo los versos, mancho las páginas con angustias y anotaciones, el
viaje me permite encontrarme con espacios de mi alegría, con fracturas donde
también intenté esconder ese dolor, esa nostalgia que siento por esa Latacunga
de mi madre y mis abuelos. Del segundo poema salto, de los ojos se levantan preguntas
que angustian, a la fealdad resinificada en el abandono, a los poetas vueltos a
la vida en las lecturas y desgarramientos generados en Rengifo.
La portada de este
libro, sublimación de la artista Sandra
Beraja, guarda perfecta armonía con la obra
y es parte de ese diálogo dos creadores que en el germinar del arte se
hermanan.
Definitivamente la
poesía puede salvarnos, si algún sentido tiene cantar en las arrugas de la
oscuridad, ese sentido se manifiesta en las estéticas donde los seres humanos
se visten de una piel que no se desvanece en la levedad.
Ante ustedes Pánfilo el
primer paso formal de un largo camino que promete Miguel Ángel Remgifo,
transito en el que ya va podemos ver los rasgos y señas de un escritor.
Algunos poemas de nuestro autor:
Feísmo
te
voy a compartir algo de lo que me pasa,
algo
de lo que me permite vivir y creer en ti,
me
voy a dar la oportunidad de respirar y de decirte de manera
que
la franqueza solo sea un atino:
desde
que has sido parte de mi vida, desde ese tiempo pretérito,
a
pesar de que la pregunta siga siendo la misma en mi cabeza, en mi rutina,
en
ese instante donde estiro el alma, en la oficina, en la redacción del diario,
en
la mesa, a la hora que sea:
te
amo por tus ojos feos,
por
tus labios y cejas y cabello feos
por
todo eso que hermosamente digo y es feo;
por
tus caderas, senos, cuello, ganas, piernas, muslos, sexo, cintura (…) feos,
horriblemente
feos porque no te tengo amor,
porque
aquí a mi lado sólo se es feo y único
incomprendido
corazón.
Mujeres
La
verdad de todo es que no es nada de ti lo que extraño,
sino
es todo aquello que te hace lo que necesito;
apestado
a la rutina
a
la cotidiana agonía de escribir
de
inventarte
de
esperarte
de
haber acostumbrado a los ojos
el
azul marino de tus caderas,
las
espigas de tus pezones,
el
viento de tus corajes,
el
cataclismo de tu sexo
para
maternidad de mis estrellas,
insospechablemente
mía
como
la patria
como
el coraje y la ternura.
y
me odio a mí mismo
por
envejecer cada vez más convencido de que llegas,
Odiseo
templando la red junto a su hijo.
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