Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com
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Lo profundo, los ejes sensoriales en la transformación del pensamiento, en el auge de la época de los autómatas, lastimosamente la nuestra, da paso a lo fútil, arañamos reiteradamente la superficialidad de las cosas, parecería que lo que importa hoy es la forma, no el fondo y a veces ni siquiera eso; se recurre a la trampa de conceptualizar la realidad, interpretándola a vuelo de un café ya que los modos de producción de estadísticas y miedos no dan para más.
Los críticos que de alguna manera son los que contextualizan la óptica social, están empeñados, en su gran mayoría, a exterminar ciertas manifestaciones estéticas como las artes plásticas y de manera particular la pintura o sino como se explica que en salones y bienales de pintura, ganen trabajos de fotografía, instalación o de arte conceptual que recurre a objetos efímeros y en muchos casos biodegradables para poner de manifiesto una idea, que se pierde en la memoria, en el mejor de los casos en la crónica especializada que hace una breve reseña de ella, es como si se quisiera que la trascendencia del objeto estético, se pierda sin eco social.
Es verdad que la modernidad va en vertiginosa carrera a ganar cada segundo, sin embargo deberíamos cuestionarnos qué tan trascendentes somos en lo que hacemos. Importa el cuánto producimos o importa el qué producimos, deberíamos como sociedades y como creadores tomarnos un minuto para respirar, para sentir la tierra y la luna que ha enamorado desde siempre y crear un arte con paciencia, lentamente, dejando que el yo creador respire, amé y llore.
Las universidades, campanarios cuadrados de una religión que no entiende a su dios, forjan en sus celdas a críticos que ven el libertinaje estético nuevos modelos de creación, personalmente me resisto; mil veces prefiero ser dinosaurio que veleta en un mar cristalizado en sal. Me gusta Dalí y Neruda, el viejo Vallejo y Diógenes Paredes, Frida, es su vértice frente a Rivera la vieja textura del lienzo que cuelgo en la memoria, me gusta como Roberto Carlos, esos amores a la antigua que perdían el corpiño en la ternura, que eran cómplices la fricción de epidermis.
Entiendo perfectamente que los críticos de nuestra época intenten justificar y hasta hayan creado un marco conceptual para darle vigencia lo lgith, para posibilitar la concepción de objetos que llaman “estéticos” en lo efímero, absurdo e intrascendente. Vivimos en un mundo que en algunas esquinas se esta quedando vacío sin alma, sin embargo de algo de lo que estoy convencido es que América Latina, por no ser parte de ese primer mundo en la domesticación del hombre, tiene posibilidades de sublevarse y de sublevar los conceptos, se habla reiteradamente de una visión política del hombre que sea ecológica, humanista y social, el arte debe encaminarse en esa línea partiendo de la premisa que en si es la agudeza sensorial que plasman los individuos de su contacto con la realidad, debe buscar que esa lectura que realiza de tiempos y escenarios posibilite que los sujetos que viven esas realidades y culturas por lo menos sientan que hay algo más allá, el arte debe ser la posibilidad de soñar a la que todos tenemos derecho.
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