Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com
A veces morir es una forma de quedarse, una puerta a abstracciones que la propia vida ignora. Eso les pasa a los que no fueron sombra de la historia sino la historia misma, a quienes son la armadura moral para emprendimientos que pueden transformar sociedades en el sentir urbano de una modernidad que tiende a olvidar demasiado rápido, por lo que no debemos pasar la página sin haber aprendido la lección de nuestra vida y de los que pusieron el barro necesario para que la identidad sea en la libertad de sentirse desde cualquier dimensión.
Hoy que diario “La Prensa” se encuentra celebrando los dieciséis años de vinculación de periodismo serio con la colectividad, no podemos olvidar a Carlos Freire Heredia, quien puso desde todas sus esquinas el sueño para construir no una empresa como me confesará hace muchos años sino una herramienta de vida, para su familia y su ciudad; un medio de comunicación que incidiera en el desarrollo local, misión que ha cumplido y en la que es seguro tendrá que cumplir nuevas batallas.
A Carlos, lo conocí en 1999 a propósito de la publicación de mi primer libro, esa tarabita poética nos acercó y nos dio pistas sobre el otro. Sus ojos siempre profundos dejaban abiertas largas preguntas y desencantos por las batallas que se habían perdido de forma inevitable. Era un hombre riguroso, buscador inagotable de la perfección esculpió en su talento a muchos de los valores que despuntan hoy en el periodismo.
Lo importante es que nos preguntemos el por qué Carlos Freire tuvo esa visión de desarrollo; estoy seguro que mucho tiene que ver el que su primer palpitar lo diera en Tixán, tierra de embrujos donde se han gestado importantes valores de la segunda mitad del siglo pasado. Es algo que me tiene totalmente conmocionado Tixán una pequeña parroquia de Alausí es cuna de gentes que han sido valiosas en la construcción de nuestras identidades así Galo Encalada, Néstor Solís, Guido Mera Vera, los hermanos Pino, los hermanos Freire, entre otros. Gentes que han tenido una amplia visión de emprendimientos y han incidido de forma directa nuestra idiosincrasia.
Aprendió amar la lectura de su madre, de los inagotables viajes imaginarios que compartieron juntos desde el texto, iniciación que le haría un hombre de amplio prisma que desde la docencia emprendería el reto de acariciar los epígrafes de la palabra con ternura. De ahí que a fuerza de muchos sacrificios logra proyectar su imprenta y luego su diario como instrumentos para que la palabra y el pensamiento de los chimboracenses tengan los espacios suficientes.
El camino andado jamás es suficiente, sin embargo el que fluyo desde los pasos de Carlos, abrió monte para que otros sigamos caminando, hoy que su piel es un palpitar en la memoria de quienes lo amaron su pensamiento es conciencia militante y paradigma en una provincia que tiene que elevar su autoestima en lo valores que la hacen.
[1] En su coraje entre diálogos y añoranzas, frente a la terrible enfermedad que le acosaba me confesó que le pide a la vida que le acompañe seis años más para completar sus proyectos, lastimosamente un año era el plazo dado aunque ninguno de los dos en ese momento lo sabíamos।
poesialas@hotmail.com
A veces morir es una forma de quedarse, una puerta a abstracciones que la propia vida ignora. Eso les pasa a los que no fueron sombra de la historia sino la historia misma, a quienes son la armadura moral para emprendimientos que pueden transformar sociedades en el sentir urbano de una modernidad que tiende a olvidar demasiado rápido, por lo que no debemos pasar la página sin haber aprendido la lección de nuestra vida y de los que pusieron el barro necesario para que la identidad sea en la libertad de sentirse desde cualquier dimensión.
Hoy que diario “La Prensa” se encuentra celebrando los dieciséis años de vinculación de periodismo serio con la colectividad, no podemos olvidar a Carlos Freire Heredia, quien puso desde todas sus esquinas el sueño para construir no una empresa como me confesará hace muchos años sino una herramienta de vida, para su familia y su ciudad; un medio de comunicación que incidiera en el desarrollo local, misión que ha cumplido y en la que es seguro tendrá que cumplir nuevas batallas.
A Carlos, lo conocí en 1999 a propósito de la publicación de mi primer libro, esa tarabita poética nos acercó y nos dio pistas sobre el otro. Sus ojos siempre profundos dejaban abiertas largas preguntas y desencantos por las batallas que se habían perdido de forma inevitable. Era un hombre riguroso, buscador inagotable de la perfección esculpió en su talento a muchos de los valores que despuntan hoy en el periodismo.
Lo importante es que nos preguntemos el por qué Carlos Freire tuvo esa visión de desarrollo; estoy seguro que mucho tiene que ver el que su primer palpitar lo diera en Tixán, tierra de embrujos donde se han gestado importantes valores de la segunda mitad del siglo pasado. Es algo que me tiene totalmente conmocionado Tixán una pequeña parroquia de Alausí es cuna de gentes que han sido valiosas en la construcción de nuestras identidades así Galo Encalada, Néstor Solís, Guido Mera Vera, los hermanos Pino, los hermanos Freire, entre otros. Gentes que han tenido una amplia visión de emprendimientos y han incidido de forma directa nuestra idiosincrasia.
Aprendió amar la lectura de su madre, de los inagotables viajes imaginarios que compartieron juntos desde el texto, iniciación que le haría un hombre de amplio prisma que desde la docencia emprendería el reto de acariciar los epígrafes de la palabra con ternura. De ahí que a fuerza de muchos sacrificios logra proyectar su imprenta y luego su diario como instrumentos para que la palabra y el pensamiento de los chimboracenses tengan los espacios suficientes.
El camino andado jamás es suficiente, sin embargo el que fluyo desde los pasos de Carlos, abrió monte para que otros sigamos caminando, hoy que su piel es un palpitar en la memoria de quienes lo amaron su pensamiento es conciencia militante y paradigma en una provincia que tiene que elevar su autoestima en lo valores que la hacen.
[1] En su coraje entre diálogos y añoranzas, frente a la terrible enfermedad que le acosaba me confesó que le pide a la vida que le acompañe seis años más para completar sus proyectos, lastimosamente un año era el plazo dado aunque ninguno de los dos en ese momento lo sabíamos।
Hijo de don Luis Roberto Freire Cabrera y de Doña Rosa Amira Heredia Garzón, la muerte lo signa muy temprano, escapa momentáneamente de ella que desde la tifoidea a los seis años de edad le tendió la trampa, más “ningún amor es perfecto” y la vida lo abandonó cinco años antes de que sus luchas terminen[1].
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