El riesgo de la música es que nos envuelve en su geografía poblada de intensas huellas, nos hace militantes de sus ritmos y nos embriaga desde la partitura no escrita en la bohemia necesaria para encantar las horas. El peligro de la música es que se mete al genoma más espiritual a recordarnos que somos más que levedad y nos da pistas de una divinidad que ansiamos desesperadamente; más aún en la actual posmodernidad que nos ha convertido en islas deshabitadas.
Ese riesgo ha sido asumido con un intenso y profundo amor por Eduardo Enderica y José Marzumillaga, dos creadores que conjugan su trabajo desde el piano y la voz para convertirse en alquimistas del creer y sentir humano. Con una visión de concienciar al mundo han fusionado la música para construir mensajes para que los seres y sus esencias evolucionen más allá, para que puedan sentir que no son elementos exógenos de la naturaleza sino más bien parte de ella.
Como signado por la vida, en mi peregrinar por la cuerda floja de las horas, en un concierto organizado por la Casa de la Cultura hace 6 años aterricé en las músicas de estos dos seres humanos; caí en el riesgo y deje que me hurguen dentro, donde el alma es mas sensible al canto. Desde entonces no he podido dejar de respirar desde el piano de José y los versos de Eduardo.
José Marzumillaga, cada vez que inicia el rito para hacerse uno con el piano, deja de ser para sumergirse en el desdoblamiento blanco negro de las sensaciones vibrantes que juntos crean en el golpeteo de los martilletes con las cuerdas; proyectan, haciéndose uno en las músicas arrancadas a la memoria urbana a fuerza de pasión.
Eduardo Enderica, es un poeta que canta sus palabras, es un juglar moderno desmitificando la poesía e involucrándola a las gentes y sus abismos. Formado con una visión de izquierda no ha caído en la trampa de la época, es decir, sigue militante y no se ha hecho ni agnóstico ni ecologista para justificar sus vacíos. Eduardo Enderica es un trovador, de esos que nacen con premura, con la convicción de que debemos saltar todos los puentes y acrisolar las huellas que deja la sensación de volar entre las músicas calladas.
Ese riesgo ha sido asumido con un intenso y profundo amor por Eduardo Enderica y José Marzumillaga, dos creadores que conjugan su trabajo desde el piano y la voz para convertirse en alquimistas del creer y sentir humano. Con una visión de concienciar al mundo han fusionado la música para construir mensajes para que los seres y sus esencias evolucionen más allá, para que puedan sentir que no son elementos exógenos de la naturaleza sino más bien parte de ella.
Como signado por la vida, en mi peregrinar por la cuerda floja de las horas, en un concierto organizado por la Casa de la Cultura hace 6 años aterricé en las músicas de estos dos seres humanos; caí en el riesgo y deje que me hurguen dentro, donde el alma es mas sensible al canto. Desde entonces no he podido dejar de respirar desde el piano de José y los versos de Eduardo.
José Marzumillaga, cada vez que inicia el rito para hacerse uno con el piano, deja de ser para sumergirse en el desdoblamiento blanco negro de las sensaciones vibrantes que juntos crean en el golpeteo de los martilletes con las cuerdas; proyectan, haciéndose uno en las músicas arrancadas a la memoria urbana a fuerza de pasión.
Eduardo Enderica, es un poeta que canta sus palabras, es un juglar moderno desmitificando la poesía e involucrándola a las gentes y sus abismos. Formado con una visión de izquierda no ha caído en la trampa de la época, es decir, sigue militante y no se ha hecho ni agnóstico ni ecologista para justificar sus vacíos. Eduardo Enderica es un trovador, de esos que nacen con premura, con la convicción de que debemos saltar todos los puentes y acrisolar las huellas que deja la sensación de volar entre las músicas calladas.
1 comentario:
hola lo felicito por este post es muy interezante rencon la suerte de conocer a estos dos artistas en la Casa de la Cultura de Bolivar y estaba buscando documentacion de los dos por curiosidad entre a su blog y me gusto
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