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25 junio 2008

AMÁNDOTE HUYO


Gabriel Cisneros Abedrabbo

poesialas@hotmail.com


La posesión del otro nos quita nuestra propia libertad.

Ella comenzó a fraccionar las cortinas descoloridas con el campaneo incontenible de sus muslos. La habitación era una tumba blanca y olvidada en esas premuras de la adolescencia donde perdemos los elementos tenues del roce entre caricias, pretéritos y futuros. Ella estaba desnuda sin más alas que mis palabras, sin más norte que mis caricias. Tenía una capacidad de volar que aún ahora, después de todos los roces de piel vívidos, su aletear es sombrero en medio día.

En esta noche donde la nostalgia llueve sin piedad hago un inventario de todas las fantasmas que posaron su beso en mi alma y solo ella, una mariposa anónima se viene a la memoria con tanta soledad, que los cantos se proyectan en la desesperación que me cobija.

Yo había perdido la urgencia por encontrar la mujer que me haga dueño de sus besos, vagaba por una ciudad de miedo, escondiendo mis nostalgias en bares y … Pensándolo bien no entiendo porque hurté el dinero, porque me embarqué sólo en un taxi y caí en la ruleta inconfesable de la casa de los amores de bambalina. Tenía miedo, no por las lóbregas paredes, ni por la gente que bebía cerveza mientras una mujer desnuda bailaba entre las mesas, no por el ambiente lleno de humo y dolor amortizado durante muchas décadas, tenía miedo de ser un payaso de un circo que había partido hace mucho tiempo, tenía un miedo que no había sentido antes y dejé escapar mi angustia en la primera flor que germinó con sus ojos en mi noche. Había que ser muy osado o muy idiota para estar ahí. ¿Y si llegaban los chapas o se armaba una bronca?, todo era posible, no importaba, no importaba la vida en el filo del adiós, lo único que importaba en esa sinfonía era tocar y encontrar nuevas músicas.

Tenerla no fue tan difícil como entenderla, para mí era una posibilidad de insurgencia frente a todo y a todos, para ella era el pan que se ganaba con el sudor no solo de la frente. Aún no se porque dejó que mi beso la imantará, porque colapsó con mis caricias, si estaba fingiendo quisiera que me mientan siempre, de lo que estoy completamente convencido es que perdí más con ella que una virginidad, más que muchos miedos, perdí con ella todos los fantasmas invisibles que eran mis amigos en la infancia y me quedé completamente solo desde entonces. Si por eso la recuerdo por sonata en mi soledad, por puñal en ese adiós entre dos mundos del que fui y el que no soy.

La ciudad ha cambiado, ha destruido los muros testigos de nuestro amor, o mejor dicho de mi amor que casi nunca ha sido compartido y me veo en este espejo de palabras desnudo como nunca y carajo ya no puedo callar . . .

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