Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com
Para un comunicador social, escribir desde los afectos es muy difícil, casi siempre se cae en la subjetividad, sin embargo, por ser esta sección dedicada a quienes son parte de la memoria viva de la provincia, me atrevo a sumergirme en estas memorias, del imaginario de Julio Bravo Mancero, que en 240, páginas nos permite vivir “21 cuentos de fútbol” y “54 biografías de los más grandes”.
Particularmente no soy aficionado al “Rey de los deportes”, sin embargo en cada uno de los textos que nos entrega el autor, ya sean desde su pluma o como compilador de autores como Mario Benedetti, J. M. Pascual, Eduardo Galeano, Jorge Valdano, Roberto Fontanarrosa, Alejandro Dolina, José Antonio Fernández, Marcial Fernández y Mauricio Cabrera me he sumergido en una cancha, simiente de realidades que parecerían imposibles. Entender al fútbol como fenómeno sociológico de masas y recrearlo en cuentos, en historias de seres aparentemente comunes que son y viven en balones, muchas veces acomodados o remendados en la esquina de barrio, es un milagro de la modernidad urbana, en el que oran los hinchas y nos asombramos los incrédulos.
“Memorias de una pelota”, zurce las distancias sociales, las rupturas políticas y los desencantos nacionales, es la crónica de ese puente común de identidad en el que la gran mayoría de ecuatorianos encuentran empatías, el fútbol; puente por el que transitan el amor, la pasión, la fémina y a veces la profunda frustración por inenarrables derrotas.
La biografías que he leído de manera muy breve, seguramente gustarán a los hinchas, por la manera en que se nos presentan a cada uno de los ídolos, por la obsesión en la búsqueda de Julio Bravo, que ha ido más allá de él, para ser un eslabón para reconocer nuestra realidad, en la que siempre nos hacen gol en pleno ocaso.
Memorias de la Pelota, es un libro que usted amigo lector debe buscar, desmenuzar y disfrutarlo, por dos razones fundamentales; por ser un elemento vivo en la urgencia común de nuestra gente y como un reconocimiento a los talentos que fluyen desde Chimborazo; simiente de creadores que como Julio Bravo, se desarroparon los miedos y han publicado, expuesto, cantado, para que nuestra tierra tenga historia.
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