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31 julio 2007

LA LITERATURA ESCONDIDA MONCAYO DONOSO


Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@holtamail.com

A veces usted no ha sentido que su vida es una trampa, un impostergable letargo roto a instantes por estrellas que se pierden en el infinito espacio. ¡A veces!, solo a veces usted siente que la ciudad con sus baches cíclicos es una fosa común donde los silencios sepultan abrazos y aguaceros; capturar esos instantes y postergarlos en la nostalgia de los pocos que lean es el límite, es la urgencia de quienes sudan palabras de otros tiempos, relicarios guardados en las bibliotecas de los abuelos, posos negros donde se amontonan viejas fotografías y difíciles secretos familiares.

Casualmente, mejor dicho causalmente por la crisis y la televisión esas joyas en papel se pierden entre las chucherías que uno desempolva los sábados en la “Plaza de las Gallinas”, donde entre risa y risa se puede hallar y comprar por cincuenta centavos o un dólar libros y acetatos de todo tipo, un disco tal vez con el autógrafo de Corina de Velasco Ibarra o un texto como el que tuve la suerte de recibir como “yapa”, lo acepte con desinterés más por la referencia histórica del escritor, Jorge Moncayo Donoso autor del himno a Riobamba, que por ganas de leerlo. El título atrajo mis ganas de palparlo sin embargo sería necesaria una crisis en mi enferma cordura para que tome “El Baúl Maldito” y literalmente me sumerja en sus escondites.

El libro fue editado en 1954, por autogestión del autor en la editorial “Fray Jodoco Ricke” de la ciudad de Quito, en 96 páginas a veces desgarradoras como púas verdes a veces llenas de plumas de humo amarillo secundando vuelos, nos cuanta historias personales, ambiguamente humanas de un chagra en la “Carita de Dios” resucitando después de la tragedia o humanizando el baúl vampiro de los afectos del padre, historias de un intelectual que en nuestra provincia fundo la Casa de la Cultura y fue uno de sus primeros presidentes, que estuvo muy vinculado al colegio “Pedro Vicente Maldonado” y que en nombre del pueblo voló un puente junto a Flordelina, la mujer con ojos de tabaco que seguramente amó.

En literatura siempre se dice que un escritor se compone de dos personas, la una efímeramente humana que escapa y muere; la otra que se proyecta en los tiempos, personalmente creo que Jorge Moncayo Donoso, no llego a ese desmembramiento, sin haber escapado a la muerte se proyecta en la memoria de una ciudad que lo canta en la hora cívica de los lunes que lo recuerda pero que sin embargo necesita volver a ser el polvo que se sacudió el hombre que la abandono un día, debemos devolver a este gran personaje el valor que tiene, que sus pies vuelvan a su tierra y se embadurnen no solo del polvo sino del lodo y las voces de quienes hemos heredado de su talento obras como “Los Muertos Vuelven”, “Cofre de Sándalo”, “En Silencio . . .”; y, “El Baúl Maldito”.
No puedo terminar esta nota sin soltar los tiburones en la piel de la ciudad, es el momento de amarnos por lo que fuimos, de que nos amen por lo que somos.