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06 junio 2007

TENTADO A AMORES ESTÉRILES


Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com

Me tentaron “Amores Estériles” con su piernas de luna entre lívidos nuevos, emergieron desde la portada en el bullicio mercantil del Quito nostálgico. Compré el libro más por aburrimiento que por intuición, sin embargo sus páginas afiladas me han decapitado varias veces.

Rafael M Arteaga, en el suicidio de seres oscuros que al no atreverse a jalar del gatillo siguen muertos ó en el pubis incestuoso de la hembra, se confronta como poeta en una suerte de ruleta rusa, de la que ha salido ileso, más no así sus receptores que al ser empujados al abismo descubren su desdicha de segundos, días y años de mentidos nirvanas unipolares y opresores.

El libro sin ser autopista en el fluir de la naturaleza humana deja filtrar los cataclismos interiores que sufrimos frente a la soledad infectada de ciudad, de máquina. No es la soledad reflexiva que germina entre nardos y mirlos; es la soledad en el laberinto de las gárgolas, vomitando hijos en la obligación genética; es la soledad que se huele entre el azufre de los cibercafés, donde solonautas se reproducen de tarde en tarde con sexos, erecciones y besos virtuales rompiendo la barrera del sonido, iluminando pantallas de plasma; perdiéndose sin olor, textura o saliva en gemela soledad al otro lado del mundo.

Esta literatura servirá para que los que queden, si tienen suerte, después del calentamiento global, las guerras del agua y la mecanización de las conciencias, tengan una radiografía de un mundo que tiritó de soledad. Hemos desmitificado todo, inclusive a nosotros mismos, que pasará cuando el “…Tanta vida y jamás…” de César Vallejo sea el paradigma del mercado; será suficiente quemar todos los huesos, aligerar el pasado y caminar desde el olvido.

Este libro de guillotinas afiladas, me cuestionó mientras le hacia la autopsia, estuvimos los dos desnudos piel a piel y no me atreví, ni me atrevo, a maldecirlo o a inocularlo contra el espanto; esta actitud contemplativa con el texto, en el movimiento dialéctico de las percepciones nos comunica. El amor ya no es tan estéril ni tan triste, ¡Aúlla!, sin luna ¡Aúlla!

Una de las críticas al texto dice que es una pistola y no un cándido e inofensivo libro, no lo creo; es el síntoma de un hombre descubriéndose desde la contaminación y el holocausto; descubriéndose como la parte pura del árbol y el lodo vital en la montaña, de un hombre que al verse vivo se resiste a sí mismo.

Si bien la poesía nos da plumas y turbinas, a Rafael M Arteaga le ha dado además preguntas y muertes; frustraciones y despedidas que vuelan de verso en verso en el repicar complejo del que lee.

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