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12 septiembre 2007

RAMIRO CAIZA, DE FRENTE A LA VIDA


Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com

Joaquín Sabina, emerge desde esos ángulos de la piel donde la música es posibilidad, mientras la poesía de Ramiro Caiza, me vuelve cómplice de un ponerse “De Frente a la Vida”, como diría Benedetti, “sin excusas ni esclusas”, el hombre envestido de la palabra deja de ser en el sentido intrascendente y se vuelve eterno en el arte, en la poesía, esa concubina que amamos en colectivo.

La voz poética de Ramiro Caiza, comparte con su generación ese desencanto que proviene de una realidad donde la “tribu” creativa se ha roto y solo hay lugar para la transformación del mundo desde la visión particular de quién es “... el desechado del paraíso/ eterno”, en un mundo que globaliza todo, el intimismo creativo nos da la sintomática de una sociedad enferma de soledad y es el poeta quien más la padece, quien más muere. La soledad como lugar común de la época, moldea seres humanos intimistas, los comunistas se hacen ecologistas y las nuevas generaciones ya no cantan a Fidel, la revolución cubana puede ser importante pero desde la analogía de la soledad, el hombre trata de hallar sus equilibrios en la espiritualidad, y no en la materia, busca transformar el mundo desde adentro hacia fuera y no desde afuera hacia adentro.

El desnudarse frente a la palabra, el transmutar los verbos y las oraciones en sensaciones que nos golpean, el inventar códigos; son acciones que se adivinan en la lectura de los textos, acciones que se suman a un intenso trabajo, a un profundo sentir, sobre todo a un profundo amar.

El poeta, se expresa con dejos de nostalgia, el texto permite que adivinemos las ausencias, a Nicolás le escribe “a vos te conocí / albo / vivaz / en la faz / de tu abuela”. Delata Ramiro sin querer su condición de migrante, su condición de desesperación en un país que nos rompe las alas pero no los sueños.

El poeta crea y recrea, sus desesperaciones en este texto que sin lugar a dudas al leerlo anclará en sus sueños y soledades, como ancló en mi rictus frente a desnudas lunas de papel; por la profundidad de las sensaciones con que el ser humano nos llueve, desde la expatriación voluntaria por el pan, por la vida y quien sabe tal vez por el amor.

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