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25 junio 2008

CARTA INCONEXA DE UN CIEGO

Gabriel Cisneros Abedrabbo

He pensado mucho en tu soledad y en por qué no me enamoré de ti, le he dado las vueltas al reloj de mi muerte y no encontraba el sentido hasta que abrí todos los muros. No puede enamorarme de vos porque soy vos, soy el canto de tu alma, soy el sexo de tu sueño, soy la provocación que no te atreves y el invierno que no llega. Verde y primitiva en los ritos de amor, deberías ser más fuego y menos agua, a veces el sediento no quiere calmar su sed sino quemarse. Nunca entendiste la proyección inconclusa de nuestro ser único.

Sé más infierno y menos cielo, no olvides que en el cielo solo hay ángeles impersonales; mientras que en el infierno nos organizamos todos los que fuimos getho y poesía, todos los que fuimos crucificados por el miedo.

Cómo no te he de amar, si la poesía cepilla tus dientes y tu alma, que baila en el océano sonámbulo de los muertos. Cómo no te he de amar si compartes mi alma y eres cómplice y presiento tus tristezas cuando lloro.

Ahora que tu piel es una crónica permanente en la memoria dejo que escapen las horas fustigando tu nombre en cada calle y no hay dios que queme sus silencios, no hay cielo atardeciendo en mis apolilladas horas. Amor sin piel, sin cuerpo, como te palpo si mil mares separan nuestras ansias, como te invito a ser bandera en mis castillos si tu palabra me llega a gotas tristes.

Estoy ciego sin ti, y esta carta que te envío mientras la ciudad festeja la mañana habla de mi dolor en el autoexilio que nos hemos impuesto gitana de mis labios; cuándo plantarás tus carpas en mi cuerpo.


CANCIÓN DE MI YO INÚTIL

Una mujer es para un hombre
mucho más que las bragas y la distancia;
es el espacio sin luz
donde el equilibrio
vuelve militante el abrazo cada mañana.


Una mujer es para un hombre
el padre nuestro que rezamos entre las noches,
el pan callado que comemos entre las hambres,
aquella luz mortecina que no nos mata
y sin embrago cómplice de las cosas
va despidiendo la vida que nos quedaba.

Una mujer es una monedita
de a centavo en el bolsillo
friccionando los adioses más felices
porque al fin de cuentas
siempre será luz ya sin mañana.

No olvides que soy lo que tú eres y no me entiendo ni me entiendes

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