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25 junio 2008

GUARACA EN LAS HOJAS DEL MUTUO ABISMO



Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesialas@hotmail.com

Las botellas vacías rompen una hoja en el parque de barrio, mientras los bohemios espejean el amor por las cuatro vocales de una mujer que los ha olvidado hace años, la hoja cae en la gravedad de ajenas circunstancias mientras ellos se alejan tarareando un yaraví que habla de olvidos. Esta será la crónica de los artistas matates cuando recuerden nuestra época de despojo e ignominia a la madre, a todos los que son verbo y son talados por míseros metales para perderlos en vanos espejismos.

Mi tierra, se ha vuelto una trampa donde todas las magias, se esfuman por los silencios metálicos de las ciudades; esta muriendo, nosotros somos la plaga, la terrible enfermedad del planeta y el antídoto es el vacío. Miguel Guaraca es el cronista de este consumo sin nombre, su colección “Últimas Hojas” que se exhibe en la sala de exposiciones “Oswaldo Muñoz Mariño” de la Casa de la Cultura es un puño desaforado para que mutilemos esa parte de nosotros que mata.

¡Carajo todos somos un puñal frente a la tierra! Y hacemos la crónica por el abismo que nos espera y seguimos igual talando las últimas hojas, seguimos ansiando en las vidrierías los últimos suicidios de la tecnología, la soledad qué se precipita en los colectivos, las mujeres perfumadas con esencias de la india. Cómo podemos idolatrar el excremento y matar los últimos verdes que nos quedan.

Miguel Guaraca nos devuelve los golpes recibidos por la tierra y nos hace sentir miserables; sus pinturas son un aletear permanente de sables en la memoria urbana de nuestras horas. Cuánto morir podemos maquillar con nuestras ansias hasta tomar conciencia de nuestra colectiva soledad.

Ya no habrá la mujer desnuda para desdeñar besos en ese futuro sin hojas, ya no estarán los nietos de nuestros hijos fumando la marihuana prohibida, solo un silencio silbará triunfante por los desiertos. Esa crónica no escrita en el piano es la que nos queda, es la fosa común para el desarrollo (so-pretexto de la globalización).

Sería un saltar sin parecidas no hablar de la técnica y la textura infinita con que Miguel hace campana del lienzo, sin embrago en su obra empino todos los adioses así que no lo haré, a quien le importará los gramos de nostalgia en una época que lo ha perdido todo, a quién la importará la forma llena de fuerza o el talento, cuando ya no hayan ceibos que talar.

Miguel Guaraca levanta el pincel en ese oscuro, empuña los puñales en el ombligo de nuestra madre y un sol en permanente eclipse nos quita la luz en nuestro nombre. Temo que se ha perdido la esperanza; retornen la página y golpeemos todos juntos mi error…

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