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19 enero 2007

EL FUEGO RENOVADOR DEL NUEVO AÑO


Gabriel Cisneros Abedrabbo
http://www.dicciondesnuda.blogspot.com/

De la vida aprendemos que la circularidad de sus actos la interconectan permanentemente con la muerte en la posibilidad de seguir evolucionando a nuevos paradigmas que conciente o inconcientemente se apropian del entorno; de ahí que el ser humano y particularmente el ecuatoriano haya humanizado al tiempo que paradójicamente cumple un ciclo para permitir una nueva vida en el año que viene; la esperanza de lo nuevo nos permite dejar atrás todas la penas y abrir los brazos a un nuevo mañana, que si bien es incierto, lo aguardamos con esperanzas.

El 31 de diciembre, en medio de monigotes, alegría, baile, viudas lloronas, y sensuales los ecuatorianos conmemoramos el final de un año, cargado de explosiones, crisis económica y constantes fricciones que nos impulsan a desarrollar creatividades para sobrevivir. Todo el simbolismo que gira alrededor del año viejo, refleja un profundo sentido crítico de una realidad que “sobrepasa los limites de la ficción. La quema de los viejos reedita aquellos rituales de fuego por los cuales los habitantes prehispánicos rendían culto al sol durante el solsticio de diciembre, en medio de una magna fiesta popular.

Para toda cultura, “en el fuego se purifican los metales”, este decir encierra la importancia que tiene el fuego en el renovarse espiritual, así nuestro pueblo quema todas las circunstancias negativas, la ropa vieja y los malos recuerdos en los monigotes a fin de iniciar el año con esperanzas y alegrías y dejar en el recuerdo lejano todas aquellas circunstancias que le han sido adversas.

Este año quemaremos correas y bananeras, malas autoridades, en algunos casos indolentes, casas destruidas, tristezas y amores no correspondidos. Así iniciaremos con fuerza un año que amenaza iniciar con reajustes económicos y migraciones no solo de ecuatorianos sino de sueños y ternuras.

Con el finalizar del año, el ingenio popular se manifiesta en el testamento que el viejo 2006 dejará a sus viudas, amigos, enemigos y testaferros, como muestra de que sus posesiones han significado profunda huella en el imaginario colectivo tanto positiva como negativamente, lo cierto es que en nuestras manifestaciones culturales, el año viejo representa lo cíclico en la evolución de la vida, ratifica el concepto prehispánico de que el tiempo es circular y por esas connotaciones lo que fue ayer será mañana. La forma y el como responden a las vibraciones de la tierra, el sol, a los vínculos como el universo influyan en nuestras actitudes en un planeta cuyos hijos índigo marcan el resurgir espiritual para la sobre vivencia de una especie, la nuestra.

Despidamos al año en la danza, la música y la cultura de nuestro pueblo. ¡Que viva el 2007!

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