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25 mayo 2007

EL FUEGO DE LA POESÍA DE VALLE JARRÍN


Gabriel Cisneros Abedrabbo
poesiazas@hotmail.com

Irrumpí en Tejedores de Fuego, como un niño invade un mundo fantástico, con desnudes de conceptos, con inocencia busque en una poesía que desde su primer contexto marca filosofías esotéricas, filosofías que se acentuaban verso a verso, dando a esta obra de Luis Edmundo Valle Jarrín, la trascendencia propositiva, que va más allá del hecho decorativo.

Poesía como caldero de sensaciones y sentimientos, da la oportunidad al lector de confrontar su realidad, con antiguos misterios, de desmitificar el miedo y el pecado y dejar abierta la puerta a una espiritualidad circundante en los peses, en los andes, en el aire, en el Dios presente en cada circunstancia de los seres vivos.

El lenguaje se teje en esta hebra poética, sin artimañas, sin forzamientos innecesarios, la belleza de la palabra se entrega, canta gestualidades y percepciones antiguas, la forma sin haber logrado una identidad, va consolidando un estilo, estilo en el que son igualmente importantes el manejo del lenguaje como una temática de recuperación de paradigmas del mundo antiguo.

El escritor se confronta y desencanta frente a excesivos consumismos, que marcan las fronteras en las relaciones personales de la modernidad, por lo que vuelve a los inicios del pensamiento, vuelve a la cromática donde la vida se mide por el servicio, vuelve desde la espiritualidad de la poesía, en la consecución de los linderos de su vida y su obra material y espiritual que tienen la sindéresis necesaria como para que pueda decir que el artista y el hombre son uno, y se confrontan día a día en la evolución del pensamiento.

Debería, como es costumbre, tomar versos de entre poemas e ir armando un laberinto, con análisis particulares, de lo que es la obra de Luis Edmundo Valle Jarrín, no lo voy a hacer, voy a dejar que ustedes entiendan en cada poema, en: “Canto a un hijo ausente”; “Guerra de las Edades”; Banderas Desiertas”, y otros como el poeta va rompiendo sus soledades y luchas internas en bellos estratagemas de piel y palabra.

Vivimos en un país donde la magia se mezcla con el dolor y la frustración de la gente, donde la magia marca la sobre vivencia de los artistas y su clamor que toma formas concretas en la poesía y las artes para reencontrarnos con el hombre digno y solidario, con el hombre que es la más elaborada filigrana con que el artesano, arquitecto, dios rompió su soledad y dio paso a la vida.
En gratificante el arte de Valle Jarrín, estas hebras de fuego que trasnochan equilibrios y desnudan ausencias, su verdad honesta y un poco nuestra, que un hermano creador haya asumido con verticalidad la geometría totémica del arte y nos la transporte a la dimensión intangible de la poesía.

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